Nacemos con unos reflejos innatos que nos han ayudado a desarrollarnos en el vientre materno y después nos ayudan a adaptarnos al medio externo. Un reflejo es una reacción involuntaria que se produce como respuesta a un determinado estímulo, por tanto, en los primeros meses de vida, el bebé no tiene control de su cuerpo, sino que se me mueve por estos actos involuntarios.

A medida que el bebé es mecido, porteado y dejado en el suelo (alfombra o similar) va integrando esos reflejos y transformándolos en movimientos conscientes y controlados.

Generalmente, todos los reflejos se integrarán antes de cumplir los dos años.

Pero a veces ocurren interferencias que pueden hacer que algunos reflejos no se desarrollen o no se integren del todo (interferencias medioambientales : intolerancias alimenticias, ondas electromagnéticas, etc; interferencias en el desarrollo motor: niños que por cualquier circunstancia no han recibido el estímulo suficiente a nivel de tacto o que no se les ha permitido pasar el tiempo suficiente en el suelo como para ir desarrollando las diversas posturas y movimientos necesarios para su madurez: volteo, reptado, gateo, etc; ​interferencias emocionales: ​estrés durante el embarazo, complicaciones en el parto: cesáreas, fórceps, prematuridad, etc.

Los reflejos no integrados generan algunas dificultades en el desarrollo, tanto a nivel motor como a nivel emocional que más adelante pueden traducirse en problemas de aprendizaje.

Al no poder tener el control de nuestro cuerpo, acciones naturales en los niños como correr, trepar, escalar, montar en bici, hacer volteretas, etc pueden hacerse muy cuesta arriba, afectando a su autoestima (ya que lo que eres o no capaz de hacer con tu cuerpo es uno de los pilares básicos para la autoestima en los primeros años ).

Por otro lado, pueden incidir en el desarrollo natural de las emociones, dificultando la regulación de las mismas.

¿Qué podemos observar en los niños que nos indiquen que podría tener reflejos primitivos sin integrar?

Lo primero es hacer un análisis de cómo fue el embarazo y el parto por si hubiera algún elemento tanto físico como emocional que pudiera haber interferido en el desarrollo natural de los Reflejos.

Por otro lado debemos hacer una revisión de si tuvo suficiente tiempo de suelo en su primer año de vida, si realizó las diferentes posturas previas a la bipedestación (coger objetos con ambas manos y llevárselos a la boca, movimientos de pedaleo, giros y volteos, reptar, gatear de manera coordinada y conseguir sentarse por sí solo sin que hayamos acelerado estos procesos o hayamos provocado interferencias en su desarrollo natural, como el uso excesivo de sillas, maxicosis, tacatá, etc)

Otro factor a tener en cuenta a la hora de identificar si hay algún reflejo sin integrar es la calidad de sus movimientos: si es torpe, se cae a menudo, pierde el equilibrio con facilidad, le da pánico trepar o montar en bici, se sienta con las piernas en forma de W de manera habitual, le cuesta coger las tijeras y recortar, coge el lápiz sin utilizar correctamente la pinza índice-pulgar, realiza movimientos con la lengua o con la boca cuando recorta, pinta o escribe…

Si tiene mucha inquietud corporal que le dificulta el permanecer sentado pasados los 5 – 6 años de edad, se mueve constantemente en la silla adquiriendo posturas inadecuadas, sujeta a menudo la cabeza con las manos cuando escribe, pinta o dibuja en una mesa, le cuesta mantener la atención, tiene dificultades en la adquisición de la lectoescritura pasados los 6-7 años de edad, invierte las letras, se salta de línea al leer, tiene mala grafía, tiene dificultades con la memoria episódica dando la sensación de que no aprende a pesar de repetir insistentemente los contenidos, parece no comprender los chistes ni el doble sentido pasados los 7-8 años de edad…

A nivel emocional muestra irritabilidad con mucha frecuencia, continua teniendo rabietas pasados los 5 años de edad, le cuesta regular sus emociones o tiene picos emocionales extremos tanto de euforia como de enfado.

Se muestra extremadamente tímido, no mantiene la mirada, le cuesta relacionarse y autoafirmarse, se agobia en sitios con mucha gente, le molestan mucho el ruido o la luz, muestra hipersensibilidad al tacto. Se muestra asustadizo y tiene pesadillas y miedos frecuentemente.

Los reflejos  activos se pueden integrar con Terapia de Movimientos Rítmicos, que consiste en realizar una serie de ejercicios repetitivos y de manera rítmica que imitan el movimiento que hacen los bebés en su primer año de vida y que estimulan el Encéfalo, que es la parte del cerebro encargada de desarrollar e integrar los reflejos primitivos para dar lugar al movimiento consciente y controlado.

Beatriz I. Sánchez Garzón, psicomotricista relacional y terapeuta de Movimientos Rítmicos

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